¿Recuerdas cómo eras antes de que nos conociéramos? Dicen que todos las personas que pasan por nuestra vida se llevan algo de nosotros. Pues yo, hoy, te pido perdón por todo lo bueno que te quité, porque intenté cambiarte y te estropee. Muchas veces viajo en el tiempo hasta ese momento en el que había más ilusiones que reproches sobre la balanza, y nos veo tomando algo en ese bar que ya cerró. ¿Te acuerdas? Tu me decías que lo nuestro era para siempre y yo te comía a besos con la mirada. ¿Qué nos pasó? ¿En qué momento exacto esos enamorados se convirtieron en compañeros de piso cabreados?
Supongo que le habrás dado tantas vueltas a esto como yo, tu desde la cama y yo desde el sofá. Y que más de una vez habrás estado a punto de levantarte y de venir a decirme que se acabó, que aunque no nos merecemos nada mejor, te apetece tentar a la suerte. Te aviso: más te vale dar el primer paso porque me declaro el cobarde de esta situación. Me puede el miedo de que nuestra historia sea como ese primer borrador que siempre acaba hecho una pelota en la basura.
¿A quién le tengo que pedir que me devuelva el tiempo perdido? ¿A quién me tengo que quejar por no habernos avisado de que estábamos entrando en esta calle sin salida? Me da rabia tener que haber tropezado con tu piedra para darme cuenta de que me equivoqué desde el principio. Que es un error pensar que siempre se puede hacer borrón y cuenta nueva. Llega un punto en el que el papel está tan deteriorado que la más leve presión lo acaba desgarrando.
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