Tardamos poco en darnos cuenta de que la vida no se compone de un solo camino, que las bifurcaciones existen y que estas nos obligan a tomar decisiones. Y entonces, todo se complica por nuestra estúpida manía de no querer equivocarnos, de acertar a la primera. ¿Pero cómo puedes decidir por dónde tirar si no sabes a dónde te llevará cada camino?
La seguridad en la vida no existe y además, sería aburrida. Es el riesgo el que le añade ese pizca de sal a nuestra rutina. Alguien debió de darse cuenta de esto hace mucho tiempo porque todos sabemos que "quien no arriesga no gana". Sin embargo, parece que cuando nos decidimos liarnos la manta a la cabeza y perseguir nuestras pequeñas o grandes locuras, la reacción inmediata que provocamos a nuestro alrededor son caras preocupadas diciéndonos: ¿y si te sale mal?
¿Pues sabéis lo que os digo? Que por mí se pueden ir al carajo todos los "y sis" porque no quiero en mi vida ningún "qué hubiera pasado si". Si me sale mal al menos habré tenido los ovarios para tirarme de cabeza sin llenar de agua la piscina, y esa fortaleza me ayudará a plantarle cara a todo aquel que se atreva a decirme que me equivoqué. Y les diré a los que piensen que he fracasado que disfruten de la vida desde el fondo de la piscina, pero que yo ya subí una vez a la superficie y que no me asusta volver a hundirme. Que coger carrerilla y saltar sin saber si flotarás da miedo, pero que para mí es mejor arriesgarse y equivocarse que encadenarse a una seguridad que no te hará feliz.
"What if I fall?"
Oh, but my darling, what if you fly?.
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