sábado, 29 de agosto de 2015

Un domingo por la tarde.

  El viento sopla con fuerza, ya no es esa apacible brisa veraniega. Puedes ver las ramas de los árboles moverse bruscamente, de un lado hacia el otro. Te preguntas si deberías salir a la calle con este tiempo. Asientes con la cabeza aunque nadie puede verte y empiezas a quitarte el pijama para ponerte unos pantalones de deporte y una sudadera. Tienes demasiadas cosas en la cabeza, te vendrá bien respirar hondo y salir a correr.


  Sales de casa y te sorprende el silencio. Los calurosos días de verano te han acostumbrado al bullicio de las terrazas y a la inteligible mezcla de conversaciones. Sin embargo, parece que la bajada de temperatura ha incrementado las ganas de quedarse en casa. Esto te haces sentirte un poco rebelde y te ríes de lo "malota" que eres al haber decidido salir a la calle en vez de echarte una siesta. Tus pasos te han traído hasta el río, ese lugar que ha pasado de ser imprescindible para levantar una ciudad a ser imprescindible para los que quieren hacer ejercicio o pasear al perro. Y nadie puede negar que es más agradable que correr entre edificios.


  Te pones los cascos y subes el volumen de la música para cancelar el incesante sonido del viento moviendo la arboleda. Confías en que el ritmo acelerado de las canciones te ayuden a mantenerte motivada. Empiezas trotando, una canción después aceleras. Miras hacia los lados, al frente, no ves a nadie. Es como si tuvieras la ciudad para ti sola. la tranquilidad que te invade contrasta con el ritmo acelerado de tu corazón. Y entonces, ya no corres para escapar sino para alargar el momento.


.............

No hay comentarios:

Publicar un comentario