martes, 26 de enero de 2016

Eso no es la vida, es una imagen.

  Hacer fotos y publicarlas en las redes sociales significa compartir el momento, pero ahí es donde acaba nuestro altruismo. Y es que no podemos hacer que otros vivan ese instante, simplemente podemos decirle al mundo que estamos en ese lugar en ese determinado momento.


  El problema es que ha llegado el punto en que nos importa más propagar nuestra vida a los cuatro vientos que disfrutar de ella con los cinco sentidos. Piénsalo, ¿para qué sacamos la cámara? ¿Para conservar nosotros, de alguna manera, ese momento o para que a otros le guste la foto?

  

  No lo voy a negar, también es divertido poner un filtro por aquí y un hashtag por allá, pero no hay que olvidar que el mundo real nos ofrece sensaciones que son muy difíciles de capturar con un objetivo.

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